La reconocida filósofa húngara Agnes Heller estuvo en Argentina.
Tras distanciarse del marxismo, hoy propone una visión crítica pero
constructiva de la democracia liberal.
Agnes Heller, reconocida filósofa que representó al marxismo más
dogmático durante el siglo XX, durante el cual sufrió la persecución de los
regímenes nazi y soviético, afirmó que “nunca existió verdaderamente el
capitalismo”. “El capitalismo nunca existió realmente, tal como se lo considera
en general. No es más que un ideal negativo. No sé en verdad qué cosa se define
como capitalismo. El capitalismo puro y libre no existe ni existió nunca. Hay
un mercado, pero siempre hubo algún tipo de redistribución” por parte del
Estado, indicó la autora húngara que pasó por Argentina con motivo del II
Congreso de Filosofía que se realizó días atrás en San Juan.
Sobreviviente del nazismo, perseguida por el régimen soviético,
discípula de Gyorgy Lukács, quien impulsó una relectura de la teoría marxista
para reformar el socialismo en Europa Oriental, y luego crítica del marxismo,
la intelectual explicó por qué sostuvo en su conferencia que “cada hombre es
hijo de su tiempo”.
“No se puede saltar sobre la modernidad. Y la modernidad no quedó detrás
nuestro, sino que nosotros somos la modernidad”, expresó, en tanto indicó que
esto implica la necesidad de trabajar “individualmente” sobre tres cuestiones:
la técnica, donde entran ciencia y tecnología, la democracia y el “sistema de
distribución”, como denomina al mercado.
En este sentido, consideró que “el mercado no se puede abolir. Es algo que
tenemos que aceptar. Pero hay que ponerle frenos. Y siempre se le pusieron
frenos al capitalismo, porque si no éste destruye toda identidad y diferencia
social e individual”.
La autora, nacida en 1929, se distanció aquí del marxismo, pues afirmó que
aunque “Marx hizo un análisis muy profundo sobre las consecuencias del
capitalismo, pero ese planteo de una revolución, de una fuerza encarnada en el
proletariado que iba a destruir el sistema debe ser abandonada, pues es una
utopía”.
Por eso rechazó la idea de una “conciencia colectiva” y abogó
por un “sujeto individual” que hace elecciones constantemente en su vida
cotidiana. Dijo también que todo “ismo”, en referencia tanto al marxismo como
al postmodernismo, debe ser abandonado, pues implica desconocer la decisión
individual.
No hay sujeto colectivo
“No existe una conciencia colectiva -afirmó Heller-. La elección es siempre
individual. Y no hay elecciones colectivas, porque si son colectivas suponen
que hay un consenso, cuando no lo hay. Ahora sabemos que no hay sujeto
colectivo, que todo sujeto es individual, se trata de construir desde ahí”.
“Ningún ‘ismo’ es bueno. Los ismos quieren ser la encarnación de
la verdad”, sostuvo e incluyó entre ellos al marxismo: “solía considerarme
marxista, pero ya no. No soy ni marxista ni postmarxista. Soy Agnes Heller”.
“Los principios filosóficos no tienen que ver con los ‘ismos’. Son preguntas
sobre la vida y quiénes somos, y no pueden estar definidas por ningún ‘ismo’,
que es algo secundario”, consideró, en tanto indicó que “ya no hay verdaderos
marxistas. El único verdaderamente marxista era Lukács. Después de él, muchos
se dicen marxistas, pero no lo son”.
Agnes Heller también desestimó el debate en torno a si existe o
no en la actualidad un fin de la historia: “el fin de la historia siempre se
planteó en la filosofía. Lo que traté de demostrar en mi conferencia es que
Hegel fue el primero. También Marx tiene planteo una teoría interesante del fin
de la historia. También Kierkegaard”, subrayó.
La autora de obras como “La Teoría de las Necesidades en Marx” y “Sociología de
la Vida Cotidiana”, nacida en Budapest en 1929 y testigo en su adolescencia del
holocausto que causó la muerte de la mayoría de sus familiares, se inclinó por
la filosofía cuando conoció a Lukács, impulsor de la denominada Escuela de
Budapest, en 1947.
Participó en la Revolución Húngara en 1956 y se casó con Ferenc
Fehér, con quien militó y escribió varios libros, y fue testigo de la represión
que siguió a la Primavera de Praga en Checoslovaquia en 1968, la muerte de su
maestro en 1971, así como sufrió persecuciones que la obligaron varias veces a
exiliarse.
“He vivido muchas cosas. He sufrido el nazismo, el totalitarismo, la
persecución, he tenido que abandonar mis pertenencias en cuatro oportunidades.
Y esa historia es una parte importante de mi vida, pero no la más importante”,
concluyó.