jueves, 20 de febrero de 2014

TIP importante sobre AGNE HELLER.

                                                     

La reconocida filósofa húngara Agnes Heller estuvo en Argentina. Tras distanciarse del marxismo, hoy propone una visión crítica pero constructiva de la democracia liberal.


Agnes Heller, reconocida filósofa que representó al marxismo más dogmático durante el siglo XX, durante el cual sufrió la persecución de los regímenes nazi y soviético, afirmó que “nunca existió verdaderamente el capitalismo”. “El capitalismo nunca existió realmente, tal como se lo considera en general. No es más que un ideal negativo. No sé en verdad qué cosa se define como capitalismo. El capitalismo puro y libre no existe ni existió nunca. Hay un mercado, pero siempre hubo algún tipo de redistribución” por parte del Estado, indicó la autora húngara que pasó por Argentina con motivo del II Congreso de Filosofía que se realizó días atrás en San Juan.
Sobreviviente del nazismo, perseguida por el régimen soviético, discípula de Gyorgy Lukács, quien impulsó una relectura de la teoría marxista para reformar el socialismo en Europa Oriental, y luego crítica del marxismo, la intelectual explicó por qué sostuvo en su conferencia que “cada hombre es hijo de su tiempo”.
“No se puede saltar sobre la modernidad. Y la modernidad no quedó detrás nuestro, sino que nosotros somos la modernidad”, expresó, en tanto indicó que esto implica la necesidad de trabajar “individualmente” sobre tres cuestiones: la técnica, donde entran ciencia y tecnología, la democracia y el “sistema de distribución”, como denomina al mercado.

En este sentido, consideró que “el mercado no se puede abolir. Es algo que tenemos que aceptar. Pero hay que ponerle frenos. Y siempre se le pusieron frenos al capitalismo, porque si no éste destruye toda identidad y diferencia social e individual”.
La autora, nacida en 1929, se distanció aquí del marxismo, pues afirmó que aunque “Marx hizo un análisis muy profundo sobre las consecuencias del capitalismo, pero ese planteo de una revolución, de una fuerza encarnada en el proletariado que iba a destruir el sistema debe ser abandonada, pues es una utopía”.
Por eso rechazó la idea de una “conciencia colectiva” y abogó por un “sujeto individual” que hace elecciones constantemente en su vida cotidiana. Dijo también que todo “ismo”, en referencia tanto al marxismo como al postmodernismo, debe ser abandonado, pues implica desconocer la decisión individual.
No hay sujeto colectivo
“No existe una conciencia colectiva -afirmó Heller-. La elección es siempre individual. Y no hay elecciones colectivas, porque si son colectivas suponen que hay un consenso, cuando no lo hay. Ahora sabemos que no hay sujeto colectivo, que todo sujeto es individual, se trata de construir desde ahí”.
“Ningún ‘ismo’ es bueno. Los ismos quieren ser la encarnación de la verdad”, sostuvo e incluyó entre ellos al marxismo: “solía considerarme marxista, pero ya no. No soy ni marxista ni postmarxista. Soy Agnes Heller”.
“Los principios filosóficos no tienen que ver con los ‘ismos’. Son preguntas sobre la vida y quiénes somos, y no pueden estar definidas por ningún ‘ismo’, que es algo secundario”, consideró, en tanto indicó que “ya no hay verdaderos marxistas. El único verdaderamente marxista era Lukács. Después de él, muchos se dicen marxistas, pero no lo son”.
Agnes Heller también desestimó el debate en torno a si existe o no en la actualidad un fin de la historia: “el fin de la historia siempre se planteó en la filosofía. Lo que traté de demostrar en mi conferencia es que Hegel fue el primero. También Marx tiene planteo una teoría interesante del fin de la historia. También Kierkegaard”, subrayó.
La autora de obras como “La Teoría de las Necesidades en Marx” y “Sociología de la Vida Cotidiana”, nacida en Budapest en 1929 y testigo en su adolescencia del holocausto que causó la muerte de la mayoría de sus familiares, se inclinó por la filosofía cuando conoció a Lukács, impulsor de la denominada Escuela de Budapest, en 1947.
Participó en la Revolución Húngara en 1956 y se casó con Ferenc Fehér, con quien militó y escribió varios libros, y fue testigo de la represión que siguió a la Primavera de Praga en Checoslovaquia en 1968, la muerte de su maestro en 1971, así como sufrió persecuciones que la obligaron varias veces a exiliarse.
“He vivido muchas cosas. He sufrido el nazismo, el totalitarismo, la persecución, he tenido que abandonar mis pertenencias en cuatro oportunidades. Y esa historia es una parte importante de mi vida, pero no la más importante”, concluyó.


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